Gracias a los avances de las ciencias, se ha descubierto que el cerebro humano es el órgano que más rápido crece, a los 14 meses de vida, ya se desarrolla en un 80%. Si en estos primeros años, el niño no se alimenta ni se estimula apropiadamente, el crecimiento cerebral se detiene, ocasionando secuelas irreversibles. En vista de lo importante que son estos primeros años, en el campo de la psicología infantil, han aparecido diversas corrientes para cooperar con el desarrollo integral del niño, pero, ¿cómo saber cuál es el método más adecuado para esta etapa de desarrollo?
Existen dos opciones de estimulación que son muy conocidas: la estimulación temprana y el acompañamiento temprano. Ambas proporcionan al bebé oportunidades de desarrollo físico, intelectual y social, a través de juegos, ejercicios, actividades, música, entre otros. Por un lado, la estimulación temprana exige al niño para que aprenda rápidamente nuevas cosas, donde el adulto invade su espacio: lo mueve, lo sube, lo baja, lo toca; el bebé termina sobre estimulado, quedando estresado y en un constante estado de alerta, y todo por el afán de querer que nuestro bebé aprenda todo rápidamente.
Por otro lado, el acompañamiento, busca estimular al niño de acuerdo a sus intereses, enseñando a la familia pautas de crianza para que ellos colaboren respetando los tiempos del desarrollo de sus pequeños. Éste consiste en no obligar al niño a realizar cosas que aún no domina o que él mismo no ha logrado aún, sino, brindarle un entorno seguro para que él mismo conquiste la confianza en sí a partir de las cosas que sabe hacer y descubra de que es capaz. Así mismo, busca trabajar con los padres para que ellos conozcan las diferentes etapas del desarrollo de sus hijos y como acompañarlos a lo largo de éstas.
Acompañar a un bebé no consiste en llenarlo de materiales y juguetitos, el bebé lo que necesita es sentirse seguro y protegido, tener una relación consistente con los adultos. Dentro de este vínculo, el niño tiene que saber que ellos están ahí para ayudarlo, cuidarlo, esperarlo y respetarlo. Que ellos lo miren y lo entiendan, pero hay que saber mirar. Ver al otro es un acto fisiológico, pero mirar al otro, es un acto de amor.
Anabelén Lopez Orchard
Int. En Psicología Educativa y Desarrollo Humano
Centro de Desarrollo Humano Zueh