Los niños vienen al mundo con un sentido de querer explorarlo y descubrir todo. Quieren conocer los objetos que los rodean y esto lo realizan mediante los sentidos. Es decir, exploran nuevos elementos con sus manos, pies, nariz, e incluso con su boca descubriendo su sabor. No obstante, llega un punto en que esta exploración se debe limitar por los peligros que esto representa para nuestros bebés, como objetos puntiagudos, objetos sucios que no puede llevarse a la boca, escaleras, enchufes, etc. Frente a este contexto, aparece el gran “NO”, como modo de cuidado.
Sin embargo, no debemos de abusar de esta palabra, ya que se podría crear un ambiente tenso, aumentar la impotencia del niño por no entender el porqué, dañar su capacidad de tomar la iniciativa, entre otras consecuencias. Por ello, existen alternativas por las que se puede reemplazar o minimizar el “NO”.
En primer lugar, hay que dar explicaciones. Muchas veces decimos a los niños que no pueden tocar, ni llevarse a la boca ciertos elementos. Pero, ¿A caso les damos una explicación de por qué no? Es importante que los niños puedan entender las razones por las cuales deben tener cuidado con ciertos objetos. Por ejemplo, es diferente decirle a un niño “no agarres el cuchillo”, a que si le decimos “no agarres el cuchillo porque te puedes cortar y hacerte daño”. De esta manera, los niños van interiorizando de porqué es que algunas objetos son peligrosas y las precauciones que deben de tomar de una manera más autónoma.
En segundo lugar, es importante no alterarnos. Los niños perciben cuando estamos nerviosos o angustiados o enojados según el tono de nuestra voz y los gestos que utilizamos. Por ello, cuando un niño quiera tocar, meterse a la boca o jugar con un objeto que puede ser peligroso para él, se le debe hablar mirándolo a los ojos, despacio y con palabras sencillas acompañadas de gestos para que pueda entender.
En tercer lugar, hay que estar atentos a lo que nos quiere comunicar el niño. Algunas veces, los niños suelen realizar ciertas conductas para expresar sus emociones. Por ejemplo, si un niño está lanzando sus juguetes al piso, posiblemente está expresando su enojo o disconformidad con algo. Sin embargo, si les prestamos atención a estos comportamientos, podremos discriminar lo que nos podría estar comunicando. En estos casos, es mejor verbalizar lo que puede estar sintiendo el niño, como “veo que estás enojado”, “me he dado cuenta que eso no te gusta», y realizar una acción. Como en este caso, un abrazo para que el niño se calme. En cambio, si le decimos, “no tires tus juguetes”, más bien va a tener el efecto de probablemente enojarlo más.
En cuarto lugar, se pueden ofrecer alternativas al objeto o conducta que esté realizando el niño. Por ejemplo, en vez de decir “no te metas la plastilina a la boca” es mejor si decimos “vamos a crear diferentes formas, ¿Quieres hacer una pelotita o un carrito?”. De esta manera, no se dice de manera explícita el no, sino que se ofrece otra opción por la cual el niño puede tomar su propia decisión.
Finalmente, hay que considerar el ambiente en el cual se desarrolla el niño. Es decir, si el niño vive en ambiente en el cual hay objetos de vidrio y frágiles que se pueden romper fácilmente, objetos pequeños que puede llevarse a la boca u objetos puntiagudos que estén a su alcance, es muy probable que utilicemos con más frecuencia el “no”. Asimismo, si es que hay escaleras o enchufes en donde el niño puede hacerse daño, es mejor bloquear su acceso para evitar decir “no”. Por esta razón, es importante considerar el espacio en donde está el niño, ya que este se puede adecuar a sus necesidades, y de esta manera, no será necesario decir “no”.
En conclusión, es fundamental que los niños puedan explorar los diferentes objetos que los rodean. Sin embargo, deben estar guiados por sus padres o cuidadores que puedan poner límites siempre y cuando sean necesarios por cuestiones de cuidado. Además, es importante explicarle al niño de manera calmada porque no debe agarrar o meterse a la boca algún objeto, estar atentos a lo que nos pueda comunicar, darle alternativas y ambientar de manera más segura el lugar en donde el niño se desarrolla.
Escrito por:
Giovanna Trisoglio Rossi
Practicante Psicología Educativa y Desarrollo Humano