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Mi hijo no está hablando…como los demás.

El lenguaje es una de las facultades que nos distinguen como humanos, nos permite comprender y explicar el mundo que nos rodea, así como integrarnos socialmente. Todas las personas nacen con la capacidad innata para aprender el lenguaje. La influencia del medio social favorece este aprendizaje, para ello, es necesario que el niño se encuentre dentro de un ambiente estimulante y que se le dé un adecuado sostén afectivo.

Pero, ¿Qué ocurre cuando este desarrollo no se da de la manera esperada? Cuando esto sucede la intervención temprana es de gran importancia ya que antes de los cinco años los niños adquieren lenguaje de forma natural sin esfuerzo. Asimismo, se debe aprovechar al máximo la plasticidad neuronal que existe en los primeros años de vida, para poder estimular y desarrollar al máximo los procesos expresivos y comprensivos que estén alterados, permitiendo que los niños puedan desenvolverse en mejores condiciones en su medio social.

El retraso de lenguaje es una alteración que suele corregirse sin mayores consecuencias antes de los 5-6 años. En estos casos, el lenguaje aparece más lentamente que en otros niños, afectando mayormente los aspectos expresivos. Las causas no se deben a compromisos sensoriales, intelectuales ni neurológicos sino más bien del tipo evolutivo. En estos casos, es de suma importancia el rol que asume la familia, es necesario que aprendan a comunicarse con el niño y que participen de manera activa en su terapia. Son los padres los principales interesados en saber cómo estimular el lenguaje de su hijo en las diferentes interacciones cotidianas, es por ello que deben generar espacios lúdicos que le permitan expresarse de manera natural.

A continuación se presentan algunas pautas generales que pueden ayudar a mejorar estos intercambios comunicativos.

  • Colocarse a la altura del niño y mirarle a los ojos para hablarle. Hablarle despacio, marcando los sonidos de las palabras.
  • Aprovechar cualquier situación para desarrollar lenguaje, la hora del baño, de comer, de jugar, etc.
  • Darles tiempo y seguridad para que puedan expresarse y reforzar sus producciones. No corregirlos ni avergonzarlos delante de otras personas que no son de su entorno inmediato.
  • Valerse de los intereses, objetos familiares, sensaciones y entorno inmediato del niño para expandir su lenguaje.
  • Disfrutar del juego, sin pedirles explícitamente que hablen, en lugar de eso deben ir estimulándolos de manera indirecta a través del juego. Es importante que el niño reciba los modelos adecuados y los practique, mas no se le puede exigir que lo haga.

Escrito por:

Sumny Jara Flores

Lic. en Educación Especial

Mg. Fonoaudiología

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